Una tradición milenaria y la práctica de libreros y exegetas nos tienen acostumbrados a esta designación. Tranquilamente, consideramos el Pentateuco como un libro, sin advertir que el mismo nombre habla de cinco rollos o estuches donde guardarlos.
Pasa como con la Biblia, que, siendo un plural, lo tomamos como un singular. Cinco libros forman el Pentateuco: en nuestra terminología, basada en los nombres griegos, los llamamos: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. ¿Queda resuelta la cuestión?
Al contrario, surgen nuevas preguntas. La designación es antigua, es canónica, es decir, autoritativa, es tradicional, es práctica. Pero no vale absolutizarla. Para evitarlo la colocamos entre dos alternativas: Exateuco y Tetrateuco.
Si nos concentramos en el tema, en el gran arco de promesa y cumplimiento, el relato que comienza con Abrán -tras la breve prehistoria- no concluye hasta que Josué no ha repartido la tierra prometida a las doce tribus de Israel. Por el tema, hay que contar con seis libros añadiendo Josué a los cinco anteriores: ése sería el Exateuco.
Pero un análisis de temas y formas descubre que el Deuteronomio perteneció en rigor, como gran obertura, al cuerpo narrativo que va desde la entrada en la tierra (Moisés-Josué) hasta la salida al destierro; o sea Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Al restituir su puesto original al Deuteronomio, el Pentateuco se reduce a Tetrateuco.
¿Con qué nos quedamos? Con una sana flexibilidad mental y distinción de etapas. En una época tardía, imposible de precisar, alguien con autoridad separó el Deuteronomio de su puesto original y lo unió a los libros precedentes. Es la versión canónica, que termina con la muerte de Moisés.
Cuando nosotros adoptamos este punto de lectura, contemplamos una historia truncada en su último capítulo: el cumplimiento de la antigua promesa queda en suspenso, de nuevo colgado de la palabra que prometió. Al mismo tiempo contemplamos a Moisés separado, exaltado sobre la montaña, señalando desde su puesto único a los sucesores el camino de la Tôrâ.
Y cuando nos aprestamos a leer el cuerpo narrativo de Josué a reyes, damos un paso atrás para tomar carrera leyendo el Deuteronomio, que nos suministra las claves principales para seguir leyendo.
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