lunes, 1 de febrero de 2016

GÉNESIS. CAPÍTULO 43.

Segundo encuentro

431El hambre apretaba en el país. 2Cuando se terminaron los víveres que habían traído de Egipto, su padre les dijo:
-Volved a comprarnos provisiones.
3Le contestó Judá:
-Aquel hombre nos aseguró: "No os presentéis a mí sin vuestro hermano". 4Si permites a nuestro hermano venir con nosotros, bajaremos a comprarte provisiones. 5Si no lo permites, no bajaremos. Pues aquel hombre nos dijo: "No os presentéis a mí sin vuestro hermano".
6Israel les dijo:
-¿Por qué me habéis hecho daño diciendo a ese hombre que os quedaba otro hermano?
7Replicaron:
-Aquel hombre nos preguntaba por nosotros y por nuestra familia: si vivía nuestro padre, si teníamos otro hermano. Y nosotros respondimos a sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos mandaría llevar a nuestro hermano?
8Judá dijo a Israel, su padre:
-Deja que el muchacho venga conmigo. Así iremos y salvaremos la vida y no moriremos nosotros, tú y los niños. 9Yo salgo fiador por él, a mí me pedirás cuentas de él. Si no te lo traigo y no te lo pongo delante, rompes conmigo para siempre. 10Si no hubiéramos dado largas, ya estaríamos de vuelta la segunda vez.
11Respondió su padre Israel:
-Si no queda más remedio, hacedlo. Tomad productos del país en vuestras alforjas y llevádselos como regalo a aquel señor: un poco de bálsamo, algo de miel, goma, mirra, pistacho y almendras. 12Y tomad doble cantidad de dinero, para devolver el dinero que os pusieron en la boca de los costales, quizá por descuido. 13Tomad a vuestro hermano y volved adonde aquel Señor. 14El Dios Todopoderoso lo haga compadecerse de vosotros para que os deje libres a vuestro hermano y a Benjamín. Si tengo que quedarme privado de hijos, me quedaré.
15Ellos tomaron consigo los regalos, doble cantidad de dinero y a Benjamín.
Partieron, bajaron a Egipto y se presentaron a José. 16Cuando José vio con ellos a Benjamín, dijo a su mayordomo:
-Hazlos entrar en casa. Que maten y guisen, pues al mediodía esos hombres comerán conmigo.
17El hombre cumplió las órdenes de José y los condujo a casa de José. 18Ellos se asustaron porque los llevaban a casa de José y se decían:
-Lo hacen a causa del dinero que metieron entonces en los costales; es un pretexto para acusarnos, condenarnos, retenernos como esclavos y quedarse con los asnos.
19Acercándose al mayordomo de José, le hablaron a la puerta de la casa.
20-Mira, señor: nosobros bajamos en otra ocasión a comprar víveres. 21Cuando llegamos a la posada y abrimos los sacos, encontró cada uno en la boca del saco el dinero, el peso cabal. Aquí lo traemos de vuelta, 22y otro tanto para comprar provisiones. No sabemos quién lo metió en los sacos.
23Respondió:
-Tranquilos, no temáis: vuestro Dios, el Dios de vuestro padre, os lo escondió en los sacos. Vuestro pago lo recibí yo.
Y les sacó a Simeón. 24Así pues, el hombre los hizo entrar en casa de José, les sacó agua para lavarse los pies y echó pienso a los burros. 25Ellos fueron colocando los regalos, esperando a que llegase José al mediodía; pues habían oído decir que comerían allí.
26Cuando llegó José a casa, le presentaron los regalos que habían traído y se postraron en tierra ante él. 27Él les preguntó:
-¿Qué tal estáis? ¿Qué tal está vuestro anciano padre, del que me hablasteis?, ¿vive todavía?
28Le contestaron:
-Estamos bien tus siervos y nuestro padre; todavía vive.
Y se postraron.
29Echando una mirada vio José a Benjamín, su hermano materno, y preguntó:
-¿Es ése vuestro hermano menor, del que me hablasteis?
Y añadió:
-Dios te favorezca, hijo mío.
30A José se le conmovieron las entrañas, por su hermano, y le vinieron ganas de llorar; y entrando aprisa en la alcoba, lloró allí. 31Después se lavó la cara y salió, y dominándose mandó:
-Servid la comida.
32Le sirvieron a él por un lado, a ellos por otro y a los comensales egipcios por otro. Pues los egipcios no pueden comer con los hebreos: sería abominable para los egipcios. 33Se sentaron frente a él, empezando por el mayor y terminando por el menor. Ellos se miraban asombrados. 34José les hacía pasar  porciones de su mesa, y la porción para Benjamín era cinco veces mayor. Bebieron hasta embriagarse con él.

Explicación.

43,1-5 Jacob es el principal obstáculo para que la historia continúe. Parece inconsciente, embotado por el cultivo morboso de su pena. Da largas para no tomar la decisión oportuna; y cuando la toma, no quiere aceptar la condición indispensable. Toma la iniciativa Judá, martilleando la palabra "hermano"; y enfrenta a su padre con una alternativa radical.

43,6-7 Este busca una escapatoria infantil: no sabe afrontar el futuro urgente. ¿Qué saca con recriminar la supuesta imprudencia de los hijos? Ellos se disculpan indignados: ¿qué importa ahora que el visir tenga la culpa de todo si es él quien tiene el poder?

43,8-10 Judá conduce el asunto a sus términos urgentes. No propone represalias sangrientas, poco eficaces por exageradas (42,37); propone una especie de excomunión perpetua de la familia patriarcal. Imaginemos cómo suenan estas palabras para unos oyentes que conocen la dinastía davídica de la tribu de Judá y para otros que esperan su restauración. Judá pone en peligro una rama del árbol patriarcal, quizá la más importante. Después baja a la conclusión práctica, porque es el padre quien amenaza la vida de todos, con su tenaz y despiadada posesión de Benjamín.

43,11-14 Cuando Jacob finalmente cede, recobra la iniciativa y la agilidad para pensar y dar órdenes. Acumula los imperativos y concluye con una breve oración. En ella una cláusula suena con doble sentido: pide la "compasión de aquel hombre", del que lloró antes de encadenar a Simeón. El padre acepta el sacrificio por la supervivencia de todos.

43,14 1 Re 8,50.

43,15-34 El segundo encuentro de los hermanos con José culmina en un banquete en el que el grupo de los doce hermanos está materialmente recompuesto. Tanto que el lector puede esperar la reconciliación formal en los brindis. El banquete no es necesario en términos comerciales. Pero la esperanza del lector queda frustrada por la astucia del narrador, que se reserva otro episodio.

43,15-16 El detalle salientes es que José ve a su hermano Benjamín.

43,18 El clima de ignorancia ansiosa continúa y crece, alimentado por la conducta desconcertante del visir. La ansiedad e incertidumbre los hace temer lo peor: astutas maquinaciones de aquel hombre para retenerlos como esclavos.

43,23 El mayordomo responde en el tono de un profeta o sacerdote capacitado para pronunciar un oráculo de salvación: "no temáis" es fórmula técnica. Además muestra estar iniciado en las acciones secretas de un dios ajeno, "el Dios de vuestro padre". Ese Dios puede hacer cualquier cosa "a escondidas" y hacérselo saber a sus mensajeros, incluso extranjeros. En sentido obvio es falso que Dios lo haya hecho, en sentido profundo es verdad. El autor utiliza el personaje mayordomo para que ejecute las órdenes del visir y también las del narrador: para que adelante una clave teológica. En términos narrativos, el autor se ha propasado.

43,25 Los regalos son el don del padre al hijo perdido y no reconocido. Otro rasgo de ironía de situación; otro acto de preferencia, esta vez involuntaria.

43,26-31 En este segundo encuentro suceden dos nuevas postraciones. Se desarrolla en el plano familiar, sin referencias políticas. Suenan tres términos importantes: "paz" o bienestar, "favor" de Dios (cfr. 42,21) y "conmoción" (cfr. 42,14). José se conmueve, se retira, llora, se contiene. El narrador nos hace contar ya con el desenlace... y lo difiere.

43,32-34 El banquete se celebra según el protocolo: solemne, en silencio, hecho de gestos. El signo de unión subraya la separación, de dos culturas y posiciones sociales. El banquete adquiere un sentido suplementario en el contexto narrativo. Hambre y comida representan la muerte y la vida. En Egipto hay comida gracias a José, dispensador de vida. Sentados a la mesa y recibiendo porciones a discreción de José, los hermanos le están sometidos no menos que cuando se postraban ante él. El visir es un hombre enigmático (Prov 20,5). El banquete es don y sumisión correlativos. La diferencia arbitraria y ostentosa de trato a favor del menor es otro gesto de autoridad soberana, contra el que no vale rebelarse. El último es el primero; pero la prueba final será más grave. La atención de todos ha de concentrarse en él, nuevo protagonista del próximo episodio.


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