Reconocimiento (Sal 133)
451José no puedo contenerse en presencia de su corte y ordenó:
-Salid todos de mi presencia.
Y no quedó nadie con él cuando José se dio a conocer a sus hermanos. 2Rompió a llorar tan fuerte, que los egipcios lo oyeron y la noticia llegó a casa del Faraón. 3José dijo a sus hermanos:
-Yo soy José. ¿Vive todavía mi padre?
Sus hermanos, por la turbación, no supieron que responder. 4José dijo a sus hermanos:
-Acercaos.
Se acercaron, y les dijo:
-Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. 5Pero ahora no os aflijáis ni os pese haberme vendido aquí; porque para salvar vidas me envió Dios por delante. 6Llevamos dos años de hambre en el país y nos quedan cinco sin siembre ni siega. 7Dios me envió por delante para que podáis sobrevivir en este país, para conservar la vida a muchos supervivientes. 8Pues bien, no fuisteis vosotros quienes me enviasteis acá, sino Dios; me hizo ministro del Faraón, señor de toda su corte y gobernador de Egipto. 9Aprisa, subid a casa de mi padre y decirle: "Esto dice mi hijo José: Dios me ha hecho señor de todo Egipto; baja acá conmigo sin tardar. 10Habitarás en la región de Gosén y estarás cerca de mí: tú y tus hijos y tus nietos, tus ovejas y vacas y todas tus posesiones. 11Quedan cinco años de hambre: yo te mantendré allí, para que no os falte nada a ti ni a tu familia ni a tus posesiones". Con vuestros ojos estáis viendo, y también mi hermano Benjamín lo ve, que os hablo en persona. 13Contadle a mi padre mi prestigio en Egipto y todo lo que habéis visto y traed acá a mi padre cuanto antes.
14Y echándose al cuello de Benjamín, su hermano, rompió a llorar y lo mismo hizo Benjamín.
15Después besó llorando a todos los hermanos. Sólo entonces le hablaron sus hermanos.
16Cuando llegó al palacio del Faraón la noticia de que habían venido los hermanos de José, el Faraón y su corte se alegraron. 17El Faraón dijo a José:
-Da las siguientes instrucciones a tus hermanos: cargad las acémilas y volved a Canaán, 18tomad a vuestro padre y a su familia y volved acá; yo os daré lo mejor de Egipto y comeréis lo más sustancioso del país. 19Mándales también: Tomad carros de Egipto para transportar en ellos a niños y mujeres y a vuestro padre, y volved. 20No os preocupéis por vuestro ajuar, porque lo mejor de Egipto será vuestro.
21Así lo hicieron los hijos de Israel. José les dio carros, según las órdenes del Faraón, y provisiones para el viaje. 22Además dio a cada uno una muda de ropa y a Benjamín trescientos pesos de plata y cinco mudas de ropa. 23A su padre le envió diez asnos cargados de productos de Egipto, diez borricas cargadas de grano y vituallas para el viaje de su padre. 24Despidió a sus hermanos y, cuando se iban, les dijo:
-No riñáis por el camino.
25Subieron de Egipto, llegaron a Canaán, a casa de su padre Jacob, 26y le comunicaron la noticia:
-José está vivo y es gobernador de Egipto.
Se le encogió el corazón sin poder creerlo. 27Ellos le repitieron cuanto les había dicho José. Cuando vio los carros que José había enviado para transportarlo, su padre Jacob recobró el aliento. 28Y dijo Israel:
-¡Basta! Está vivo mi hijo José; lo veré antes de morir.
Explicación.
45,1-2 José despeja la sala de toda presencia política, que estorba. El asunto es familiar, y hay que crearle un espacio acotado. Por tercera vez José llora (42,24; 43,30). Siguiendo el módulo narrativo de la duplicación, la identificación se da en dos tiempos: "yo soy José" y "yo soy José vuestro hermano". Este término se pronuncia doce veces en el capítulo. Al identificarse evoca en la sala la presencia espiritual de Jacob, como sombra protectora, como polo y fuerza de unificación.
45,3-4 Se explica el desconcierto: están ante la víctima de sus envidias y traición. Pero se tienen que acercar al lejano, al distante; el acercamiento material expresa el espiritual. Esta vez no hay postraciones.
45,5-8 José interpreta la historia en clave teológica. Es un texto formalmente muy elaborado, con repeticiones y rimas. "Me vendisteis" es el hecho empírico; "Dios me envió" es la acción de Dios, la "misión"; "por delante" según designio previsto; "para que podáis sobrevivir" es la finalidad de Dios, "salvar vidas". Aquí suena la teología del "resto", por el cual continúa la salvación histórica.
José había soñado la historia por adelantado y la había predicho interpretando sueños ajenos. Ahora interpreta el pasado: el punto de llegada define el movimiento: ese punto es la vida. Además el camino, ya rematado en su término, permite descubrir su arranque, por encima de la mirada empírica.
José tiene que exorcizar la culpa y el sentido de culpabilidad de los hermanos. La culpa quedó primero sumergida por acción del tiempo, y José la hizo aflorar a la conciencia. Una vez presente allí, había provocado turbación, miedo, sospecha. El modo de exorcizarla es: por un lado, contar con el arrepentimiento que la ha borrado y la tribulación que la ha expiado; por otro lado, mostrar que aun la culpa queda sujeta por las riendas que Dios controla. Al referirse al Dios común y al padre común realizan una convergencia que los une.
45,8 Gn 50,20s; Prov 16,9.
45,12-13 Son como una peroración. Lo que han visto y oído lo han de contar; y lo más importante es haber visto y oído a José en persona. Si están reunidos los doce hermanos, falta el padre, debe venir cuanto antes.
45,14-15 Recuerda el abrazo de Esaú y Jacob (33,4). Se reanuda el diálogo auténtico, a sabiendas y en paz. Sólo ahora pueden hablar en la nueva situación, a conciencia; vencida la ignorancia que alzaba una barrera en el diálogo, pues mientras José hablaba a los hermanos, ellos hablaban al visir.
45 16,20 El círculo familiar se abre de nuevo al círculo político. La oferta del Faraón puede encerrar agradecimiento e interés propio: para no perder a su eficiente visir. En perspectiva posterior, esta bajada de la familia patriarcal a Egipto supera el viaje provisorio de Abrán, y la estancia de Jacob en Jarán. La estancia en Egipto será una etapa histórica de los "hijos de Israel-Jacob".
45,21-24 Retorna el motivo del vestido. Y el consejo final: que no sea efímera la hermandad recobrada, que las ventajas de Benjamín no susciten envidias, que Rubén y Judá no recriminen. El autor lo condensa en una frase escueta.
45,25-28 Jacob recibe la noticia en dos tiempos. A lo largo de los años Jacob había aprendido a convivir con su pena, a alimentarse y consumirse de recuerdos. De repente, con una frase, le anulan un largo período y le juntan violentamente el presente con un pasado perdido. Y las dos imágenes no encajan: el adolescente malogrado y el adulto encumbrado. Como si José hubiera saltado de la adolescencia ingenua y soñadora a una madurez cargada de responsabilidades. Es demasiado: su corazón no puede con tanto y desfallece. El gozo presente será el último compás o el último movimiento de su vida. Es como si una posibilidad, ya que no una esperanza, hubiera prolongado sus años. El vacío ahondado de muchos años se llenará en un momento de ver al hijo. Si fuera sólo la descendencia y el apellido, le quedan once hijos. Si fuera sólo el recuerdo de Raquel, le queda Benjamín. Tampoco es la gloria del hijo, orgullo legítimo de un padre. Es escuetamente su hijo, vivo. Eso es todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario