81>>Todos los preceptos que yo os mando hoy ponedlos por obra; así viviréis, creceréis, entraréis y conquistaréis la tierra que el Señor prometión con juramento a vuestros padres.
2>>Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, si guardas sus preceptos o no. 3Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná -que tú no conocías ni conocieron tus padres- para enseñarte que el hombre no vive sólo de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Dios. 4Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años, 5para que reconozcas que el Señor, tu Dios, te ha educado como un padre educa a su hijo; 6para que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo respetes.
7>>Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura; 8tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel; 9tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada; tierra que lleva hierro en sus rocas y de cuyos montes sacarás cobre; 10entonces, cuando comas hasta hartarte, bendice al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado.
11>>Guárdate de olvidar al Señor, tu Dios, de no cumplir los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy. 12No sea que cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, 13cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro y abundes de todo, 14te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud; 15que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua; que te sacó agua de una roca de pedernal; 16que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres: para afligirte y probarte y para hacerte el bien al final. 17Y no digas: Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas>>. 18Acuérdate del Señor, tu Dios, que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy.
19>>Si olvidas al Señor, tu Dios, y sigues a dioses extranjeros, les das culto y te prosternas ante ellos, yo os garantizo hoy que pereceréis sin remedio. 20Como los pueblos que el Señor va a destruir a vuestro paso, así pereceréis vosotros, por no obedecer al Señor, vuestro Dios.
Explicación.
8 Este capítulo está escrito con la perspectiva de la prosperidad económica en la tierra, que se transforma en tentación al favorecer una concepción inmanente de la vida. El ciclo producción-consumo se explica a sí mismo, se justifica y se cierra a la intervención de Dios: su explicación adecuada es la fuerza y el talento humano aplicados a una tierra buena. Dios desaparece del horizonte práctico: es olvidado; no es necesario ni para realizar el proceso ni para explicarlo. El resultado es que el pueblo peca contra el primer mandamiento de la lealtad total, de modo racionalista, iluminado, sin sustituir al Señor por otros ídolos.
Contra la tentación del olvido, el autor propone el remedio de la memoria, no sólo del Señor, sino también de su acción histórica. Se remonta al momento crítico en que los israelitas van a entrar en la tierra. La cual no es un dato neutro, que está ahí, sino don histórico, contingente. Mira hacia atrás, hacia el desierto que imponía una visión trascendente de la existencia, y proyecta aquella experiencia sobre el presente -futuro en la ficción-. La historia gravita así sobre el presente, revelando su contingencia. Lo que es don se puede perder. La vida en la tierra sigue siendo camino. La prosperidad es don del Señor, bendición de la alianza por el cumplimiento de los mandatos. (No era la prosperidad lo que caracterizaba la vida de los judíos bajo el dominio persa).
El capítulo está construido con gran esmero, aplicando el esquema que llaman concéntrico, cuya fórmula es: ABCNCBA, en la disposición de temas, motivos y palabras repetidas; contiene uno de los períodos más largos de la literatura hebrea, 7-18 en el original.
8,1 El primer verso plantea el tema: observar los mandatos es condición para entrar en la tierra y lo será para permanecer en ella.
8,2-6 Proponen el tema de la memoria. El pueblo ha de recorrer tres etapas encadenadas: recordar, reconocer, guardar (2.5.6). Recuerda tres aspectos del desierto, cada uno con su explicación teológica: camino, comida, vestido.
8,2 Dato, el camino; autor, Dios; razón, poner a prueba. En la decisión libre el hombre se realiza y se manifiesta; Dios, que lo conocía por dentro, lo conoce ahora en la ejecución.
8,3 La vida depende no sólo del alimento, sino más aún de la palabra de Dios, que se pronuncia como mandato: citado en Mt 4,4 y Lc 4,4. Recuérdese el don del maná y las normas que regulan su uso (Ex 16).
8,4 Dato legendario. No menciona a Dios como autor, pero está implícito.
8,5 La revelación de Dios es paternal, cariñosa; no es retórica, sino por la experiencia. Enseñando al pueblo, Dios va revelando un estilo de paternidad. Los libros sapienciales llaman "hijo" al alumno: cfr. Eclo 17,18; 36,17.
8,7 Empieza el gran período, cuya prótasis abarca hasta el v.9 y cuya apódosis se divide en un miembro positivo 10, y otro negativo 11-17.
8,7-9 Canto a la tierra, mencionada siete veces. En las dos menciones extremas la tierra es simplemente "buena"; las otras cinco enumeran sus riquezas agrícolas y mineras. No menciona la lluvia (cfr. 11,11-17), porque la tierra se abre en fuentes y veneros.
8,10 He aquí el movimiento correcto: comer y agradecérselo a Dios (cfr. Is 62,9). De esta manera el bienestar puede conducir a Dios, encaja en la religiosidad porque se abre a la trascendencia.
8,11 Comienza la apódosis negativa. El proceso errado recorre tres etapas psicológicas: engreimiento, olvido, arrogancia.
8,12-13 Está apuntado el ciclo de producción y consumo y también el crecimiento económico; junto a otros bienes, plata y oro representan el dinero, que en tiempo del autor ya se acuñaba; con el dinero, el comercio (Cfr. Sal 62,11; Job 31,24-25; Eclo 8,2).
8,14 El tema del olvido sirve hábilmente para introducir el recuerdo de la liberación en dos etapas: salida de la esclavitud y camino por el desierto; la entrada en la tierra se incluye en el planteamiento del capitulo.
8,15-16 El desierto está transfigurado en el recuerdo como síntesis de sed, hambre y animales venenosos; todo superado por la protección divina.
8,15 Nm 21,6-9; Sal 78.
8,17-18 Aquí culmina la visión inmanente, la satisfacción terrena del hombre (compárese con la pretensión de Senaquerib, Is 10,13, o del rey de Tiro Ez 28,4-5). No se niega la función del hombre, "someted la tierra", sino que se reduce a su instancia suprema. El Dios que da la tierra, da las fuerzas para cultivarla; y así, con la cooperación humana, cumple Dios su promesa.
8,19-20 Cierran las maldiciones, con triple mención de Yhwh y doble amenaza. Forman en hebreo un juego de palabras los verbos aliterados servir y perecer ´bd ´bd.
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