El Señor en el camino
331El Señor dijo a Moisés:
-Anda, marcha desde aquí con el pueblo que sacaste de Egipto a la tierra que prometí a Abrahán, Isaac y Jacob que se le daría a su descendencia. 2Enviaré por delante mi ángel para que expulse a cananeos, amorreos, hititas, fereceos, heveos y jebuseos; 3a una tierra que mana leche y miel. Pero yo no subiré entre vosotros, porque sois un pueblo testarudo y os aniquilaría en el camino.
4Al oír el pueblo palabras tan duras, guardó luto y nadie se puso sus joyas.
5El Señor había dicho a Moisés:
-Di a los israelitas: Sois un pueblo testarudo; en un momento que os acompañara yo, os aniquilaría; ahora quitaos las joyas que lleváis, y ya veré lo que hago con vosotros.
6Los israelitas se desprendieron de sus joyas a partir del monte Horeb.
En la tienda del encuentro (Ex 34,29-35)
7Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento, y la llamó "Tienda del Encuentro". El que tenía que consultar al Señor, salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro. 8Cuando Moisés salía en dirección a la tienda, todo el pueblo se levantaba y esperaba a la entrada de sus tiendas, siguiendo con la vista a Moisés, hasta que entraba en la tienda; 9en cuanto él entraba, la columna de nube bajaba y se quedaba a la entrada de la tienda, mientras el Señor hablaba con Moisés. 10Cuando el pueblo veía la columna de nube parada a la puerta de la tienda, se levantaba y se prosternaba cada uno a la entrada de su tienda.
11El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después él volvía al campamento, mientras que Josué, hijo de Num, su joven ayudante, no se apartaba de la tienda.
Moisés suplica al Señor
12Moisés dijo al Señor:
-Mira, tú me has dicho que guíe a este pueblo, pero no me has comunicado a quién me das como auxiliar, y, sin embargo, dices que me tratas personalmente y que gozo de tu favor; 13pues si gozo de tu favor, enséñame el camino, y así sabré que gozo de tu favor; además, ten en cuenta que esta gente es tu pueblo.
14Respondió el Señor:
-Yo en persona iré caminando para llevarte al descanso.
15Replicó Moisés:
16-Si no vienes en persona, no nos hagas salir de aquí. Pues ¿en qué se conocerá que yo y mi pueblo gozamos de tu favor sino en el hecho de que vas con nosotros? Esto nos distinguirá a mí y a mi pueblo de los demás pueblos de la tierra.
17El Señor le respondió:
-También esa petición te la concedo, porque gozas de mi favor y te trato personalmente.
La gloria del Señor (1 Re 19,11-13)
18Entonces él pidió:
-Enséñame tu gloria:
19Le respondió:
-Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza y pronunciaré ante ti el nombre "Señor", porque yo me compadezco de quien quiero y favorezco a quien quiero; 20pero mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida.
21Y añadió:
22-Ahí, junto a la roca, tienes un sitio donde ponerte; cuando pase mi gloria te meteré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi palma hasta que haya pasado, 23y cuando retire la mano podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo verás.
Explicación.
33-34 Bajo el título general de la presencia de Dios, estos dos capítulos recogen varias tradiciones de capital importancia, además de concluir el tema de la alianza quebrantada y renovada. Presencia de Dios en el camino, en la nube, en la tienda, en la montaña. Sobre todo, presencia de Dios en la profunda experiencia del hombre.
Colocados aquí, estos relatos añaden una dimensión de profundidad y altura a las fórmulas jurídicas de la alianza. Desde el comienzo en el desierto hay elegidos que alcanzan un plano superior de relación con Dios. Esa relación personal, que se presenta como privilegio, servirá de ejemplo y hasta se ofrecerán otros miembros del pueblo.
Esos capítulos podrían definirse como el encuentro incomparable de Moisés con el Señor: excepcional respecto al resto del pueblo. Moisés, solidarizado con su pueblo, se remonta ahora por encima de todos, hacia la cercanía divina, para volver después radiante de luz divina.
Pero el autor, preocupado por recoger tradiciones sobre el personaje o el viaje, no ha sabido organizarlas con cierto orden narrativo. Si fuera un narrador moderno, podríamos decir que adopta un montaje paralelo. Siendo un autor antiguo, diríamos que nos ofrece una antología en vez de una narración, y que pudo dejarnos un texto menos escarpado. P. ej:
a) 33,1-6.12-17 + 34,9.
b) 33,7-11 * 34,29-35.; 33,18-23 + 34,6-8.
c) 34,1-5.9-28.
Puede hacerse la prueba de copiarlo y leerlo en dicha sucesión. En la explicación seguiré el orden (o desorden) del texto.
Propongo la siguiente división: a consecuencia del pecado, Dios se aleja de los caminantes (33,1-6, sigue en 12-17); Moisés y Dios en la tienda del encuentro (7-11, se completa en 34,29-35); súplica de Moisés para que Dios los acompañe en el camino (12-17); Moisés pide ver la gloria de Dios (18-23, continúa en 34,6-8); preparativos para renovar la alianza (34,1-5, sigue en 34,9); revelación de Dios a Moisés (34,6-8); súplica de Moisés (34,9); respuesta de Dios con mandatos para renovar la alianza (10-28), incluido un nuevo decálogo (14-26); la gloria de Moisés (29-35).
33,1 Sinaí y la alianza han sido la gran pausa en el camino de la liberación. Hay que abandonar la montaña sagrada, desarraigarse y continuar la mitad del camino que falta, hacia la tierra prometida. La promesa antigua sigue moviendo la historia hacia su cumplimiento: con razón ha invocado Moisés el recuerdo de los patriarcas. Nm 10,13.
33,2-6 Pero el pueblo ha pecado y no ha cambiado de condición; por eso el Señor se distancia y envía un sustituto (23,20-23): un ángel que manifiesta su condición polar. Protector (como en 23,20-23), pero testigo de la distancia del Señor. La cercanía del Dios celoso (20,5), como un fuego, podría consumir al pueblo rebelde (cfr. Is 33,14). El pueblo hace penitencia, deponiendo los vestidos y joyas propios de la fiesta. Por el duelo, llevan presente al Señor, en la conciencia culpable y penitente.
33,7 Dios se distancia sin alejarse del todo. Ya no va en medio, como parte del campamento y centro de convergencia. Hay que salir para encontrarlo y consultarlo.
33,8-11 Moisés tiene acceso privilegiado, desde el primer encuentro en la montaña (34,34-35); y goza de un trato "amistoso". El pueblo es sólo testigo de signos externos, por los que reconoce que el Señor no se ha alejado del todo, antes bien acude a una cita; el pueblo asiste desde lejos con reverencia silenciosa; superando la actitud penitencial de antes. Por mediación de Moisés recibe los encargos de Dios (y en su rostro contempla la irradiación de la gloria, 34,29-35). La nube oculta la entrada de la tienda a la vez que declara la presencia del Señor. Josué era el guardián.
33,12-17 Moisés pide al Señor dos cosas para el pueblo, "tu pueblo": que le enseñe el camino, que los acompañe en el viaje; no hace referencia a la guía del ángel (2-6). Ambas son concedidas. El trato amistoso con el Señor se aprovecha a favor del pueblo. La compañía del Señor en la peregrinación por la historia será el distintivo de este pueblo (Dt 4,7).
33,18-23 Animado por el diálogo amistoso y no contento con él, Moisés se atreve a pedir la manifestación máxima de Dios: no sólo oír, sino ver; no sólo el nombre (3,14), sino la persona (cfr. Job 42,5). Pero el hombre no puede abarcar la manifestación de Dios en esta vida (Jue 6,22-23). Dios le concede algo de lo que pide: cubierto por la palma de Dios, sentirá su paso fugitivo, que no podrá detener. Será presencia sentida, intensa y fugaz. El texto actual juega con la equivalencia gloria/ rostro y la oposición rostro / espalda.
33,19 La riqueza inagotable y simple de Dios desfilará a beneficio de Moisés, como oferta de contemplación. Además el Señor mismo pronunciará su nombre, como en el primer encuentro (Ex 3); pronunciado por Dios, ese nombre tiene otra consistencia, otra fuerza reveladora.
33,23 Es mucho que pueda mirar sin terror la espalda del Señor (compárese con la aparición terrible de Is 2,10.19).
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