domingo, 13 de marzo de 2016

ÉXODO. CAPÍTULO 9.

Quinta plaga: peste

91El Señor dijo a Moisés:
-Preséntate al Faraón y háblale: Así dice el Señor, Dios de los hebreos: deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 2Si te niegas a dejarlos salir y sigues reteniéndolos a la fuerza, 3la mano del Señor se hará sentir en el ganado del campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas con una peste maligna. 4Pero el Señor hará distinción entre el ganado de Israel y el egipcio, de modo que no  muera ni una res de los israelitas. 5El Señor ha establecido un plazo: mañana cumplirá el Señor su palabra contra el país.
6El Señor cumplió su palabra al día siguiente: murió todo el ganado de los egipcios, y del ganado de los israelitas no murió ni una res.
7El Faraón mandó averiguar, y del ganado de los israelitas no había muerto ni una res. Pero el Faraón se puso terco y no dejó salir al pueblo.

Sexta plaga: úlceras (Ap 16,2.11)

8El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
-Tomad un puñado de hollín del horno y que Moisés lo avente hacia el cielo a la vista del Faraón; 9se convertirá por todo el territorio egipcio en polvo que caerá sobre hombres y animales produciendo úlceras y llagas en todo el territorio egipcio.
10Tomaron hollín del horno, y a la vista del Faraón, Moisés lo aventó hacia el cielo, y hombres y animales se cubrieron de úlceras y llagas.
11Los magos no pudieron resistir delante de Moisés, a causa de las úlceras, que les habían salido como a todos los demás egipcios.
12Pero el Señor hizo que el Faraón se empeñase en no hacerles caso, como lo había anunciado el Señor.

Séptima plaga: tormenta (Ap 11,19; 16,17s; Sal 18; Sab 16,22)

13El Señor dijo a Moisés: 
-Madruga mañana, preséntate al Faraón y dile: Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 14Pues esta vez voy a soltar todas mis plagas contra ti mismo, tu corte y tu pueblo, para que sepas que no hay nadie como yo en toda la tierra. 15Podía haber soltado ya mi mano para heriros hasta que desaparecierais. 16Pero con este fin te he mantenido en tu puesto, para mostrarte mi fuerza y para que se difunda mi fama en toda la tierra. 17Todavía alzas tu barrera frente a mi pueblo para no dejarlo marchar. 18Pues mira, mañana a estas horas haré caer un terrible pedrisco como no lo ha habido en Egipto desde su fundación hasta hoy. 19Ahora, pues, manda poner en seguro tu ganado y lo que tienes en el campo. A los hombres y a los animales que se encuentren en el campo y no se refugien en los establos, les caerá encima un granizo que los matará.
20Los ministros del Faraón que respetaron la palabra del Señor hicieron refugiarse a sus esclavos y metieron corriendo el ganado en los establos; 21los que no atendieron a la palabra del Señor, dejaron sus esclavos y ganado en el campo.
22El Señor dijo a Moisés:
-Extiende tu mano hacia el cielo y caerá granizo en todo el territorio egipcio: sobre hombres y animales y sobre la hierba del campo.
23Moisés extendió su bastón hacia el cielo, y el Señor lanzó truenos, granizo y rayos zigzagueando hacia la tierra; el Señor hizo granizar en el territorio egipcio. 24Vino el granizo, con rayos que se formaban entre el granizo, un pedrisco grueso como no se había visto en Egipto desde que comenzó a ser nación. 25El granizo hizo destrozos en todo el territorio egipcio: hirió a todo lo que se encontraba en el campo, hombres y animales, destrozó la hierba del campo y tronchó los árboles silvestres. 26Pero en territorio de Gosén, donde vivían los israelitas, no cayó granizo.
27Entonces el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:
-Esta vez he obrado mal. El Señor tiene razón, y yo y mi pueblo somos culpables. 28Rezad al Señor, que ya basta de truenos y granizo, y os dejaré marchar sin reteneros más.
29Moisés le contestó:
-Cuando salga de la ciudad extenderé las manos hacia el Señor, y cesarán completamente truenos y granizo, para que sepas que toda la tierra es del Señor. 30Aunque tú y tu corte ya sé que todavía no respetáis al Señor Dios.
31(El lino y la cebada se perdieron, pues la cebada estaba en espiga y el lino estaba floreciendo, 32el trigo y el mijo no se perdieron, porque son tardíos).
33Moisés salió del palacio y de la ciudad, y extendió las manos al Señor: cesaron truenos y granizo y la lluvia no azotó la tierra. 
34Viendo el faraón que habían cesado la lluvia, el granizo y los truenos, volvió a pecar y se puso terco, él con su corte, 35y se empeñó en no dejar salir a los israelitas, como lo había anunciado el Señor por medio de Moisés.

Explicación

9,1-7 (Asignado a J). La quinta plaga se ensaña con el ganado doméstico de Egipto. El narrador repite el tema de la distinción entre hebreos y egipcios, cosa que el Faraón comprueba. La presentación es esquemática.

9,8-12 (Asignado a P). Hay cierto paralelismo entre la peste del ganado y las úlceras de los hombres: son epidemias generales. La diferencia fundamental es que el ganado muere y los hombres experimentan en el dolor de sus cuerpos el castigo de Dios. Un dato nuevo e importante es que los magos, afligidos por el castigo común, tienen que retirarse y dejar el terreno de la contienda.

9,13-35 Séptima plaga (Repartida así: J 13,17-18,23b.24a*.24b.25b.26-30.33-34; E 22-23a.24a*.25a.35a; P 35b; adición 14-16.19-21.31-32). Por su dimensión, por ser la séptima y por su carácter, es claro que el narrador atribuye una importancia especial a esta plaga, en la que la palabra clave "granizo" se repite catorce veces. Una tormenta de lluvia y granizo, con rayos y truenos, no es fenómeno metereológico normal en Egipto. En la concepción del narrador, compartida con otras culturas, la tormenta es teofanía: lo que otros pueblos atribuyen a un Dios particular, los hebreos se lo atribuyen a Yhwh. La tormenta dice sin ambigüedad que Yhwh domina en el territorio egipcio; es como una síntesis "todas mis plagas".

El narrador no explota ni menciona el estupor o espanto de los egipcios ante el inusitado fenómeno; pero añade una serie de detalles importantes.

9,15-16 Con otros autores, leemos unidos estos dos versos, como adversativos, explicando la sucesión de las plagas: "Podía haber soltado ya mi mano para heriros de peste a ti y a tu pueblo hasta que desaparecierais de la tierra. Pero te he mantenido en tu puesto con este fin..." (Citado en Rom 9,17). Como si el lector, llegado el anuncio de la séptima, se preguntara: ¿no podía el Señor haber resuelto el pleito a la segunda o a la tercera?; y el narrador respondiera: si podía, pero. Y en la respuesta ofrece su interpretación teológica condensada. Dios es el soberano que nombra reyes y los "mantiene" en sus puestos (Eclo 10,4s) para sus designios: el Faraón ha de experimentar el poder controlado de Dios y por su experiencia pública, se difundirá universalmente la fama de Dios (Sal 98,3).

9,18 La expresión es hiperbólica.

9,19-21 Otro elemento nuevo es condicionar los efectos del castigo a la actuación libre (compárese con la función del profeta en Ez 33,2-9). O sea que los mismos egipcios serán artífices de su destino próximo: el juego es limpio, están avisados.

9,23 Is 30,30.

9,23-24 Descripción teofánica en Sal 18.

9,26 Esta distinción comenzó en la cuarta plaga.

9,27 Ez 5,16.

9,27-28 Confesión del culpable en juicio contradictorio. El hebreo lo subraya enfáticamente poniendo artículos: el inocente / los culpables. El faraón se declara dispuesto a soltar al pueblo, en cuanto cese la tormenta. Pudo ser el desenlace positivo; pero tanto la condición como la actuación posterior revelan que no ha habido conversión auténtica. Que la promesa brota del Faraón estrujado por el miedo, que pasado el susto, retirará la concesión.

9,29 "La tierra" podría ser el territorio egipcio, con énfasis particular: aquí manda Yhwh. Si en la tierra entera, se rebaja el énfasis, pero Egipto queda incluido.

9,31-32 Nota erudita, inserta quizá para justificar la próxima plaga de langosta.

9,34-35 También el final es fortísimo al acumular (¿por combinación de documentos?) las expresiones de pecado, terquedad y contumacia. Aquí corresponde una pausa narrativa.

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